Cómo editar una historia | 1 de 2

¿Cualquier historia puede mejorarse con la edición? Esa es la pregunta. Y la respuesta es un rotundo sí.

Esta colección de historias cortas era pésima.Muchas líneas se tenían que releer para entenderse. Seguido resultaban absurdas y hasta graciosas. Frases ridículas y frases que te hacían girar los ojos.

Y también llegué a hundirme en mis hombros de la vergüenza. ¿No les habrá dado pena ser tan jodidamente mediocres? Apuesto a que ninguna historia fue leída dos veces con la intención de corregirse. Se sienten al borrador cero. Terminaba una historia y regresaba las páginas en busca del nombre del autor para leerlo en voz alta, y como el Grinch, decir: TE DETESTO.

Fulano de tal, TE DETESTO.

Fulaneta de tal, yo te detesto.



Es una colección de hojas dobladas auto publicadas. Me costó 20 pesos. El Recuento de El Cuento. No es de locos pedir tantita coherencia. “Estimula tu imaginación”, ¡eso es seguro! Para entender las historias había que usarla.

Después de agregar, quitar y cambiar las palabras necesarias [creo] ha quedado algo bastante respetable. O tal vez sólo se trate de mierda coherente, como mínimo. Y estaría satisfecho. Como he pensado antes, la más impresionante escultura hecha de mierda sigue siendo pura mierda. Ya me dirán.

He dejado mi propia marca dentro de la corrección, inevitable, supongo, porque la idea de belleza en un texto es un punto de vista particular, y para alcanzarlo hace falta moldear las historias hasta convertirlas en lo que queremos. En mi caso serían: párrafos cortos, ideas directas, omisión de palabras específicas, etc.

Dejo las originales, sin mi corrección, al final de cada historia.

Ejemplos de correcciones que hice:


—Si en una línea, el personaje es descrito haciendo nada, me fijo si hace algo en la siguiente (como sonreír). Entonces lo agrego a la línea anterior (pero sólo si tiene sentido, claro). No dejo a los personajes sólo existir. Deben estar haciendo algo.

—Juntar dos líneas en una sola más robusta.

—Si algo es descrito con más de 3 adjetivos, quito el excedente y lo reparto cuando se vuelve a mencionar al personaje (o lugar, objeto, etc).

—Cuando hay una declaración, y le sigue la razón de esa declaración, elimino la declaración y me quedo sólo con la razón. Ejemplo: Fulaneta era bella, su cabello era rizado y sus pestañas largas. Quito el “Fulaneta era bella”.
La más impresionante escultura hecha de mierda sigue siendo pura mierda
—Quito descripciones (de personajes) que no se pueden demostrar. Es mejor ver lo que hacen. Quitaría: “Mariana es una niña muy buena y soñadora”. La historia gana cuando vemos al personaje hacer las cosas que la harían ser “una niña buena”. Entonces decirlo está de más, porque es evidente.

—Si hay moralejas o enseñanzas, las quito, ¡qué fastidiosas son!

—Voz activa siempre. Transformo cualquier oración con voz pasiva a voz activa. Primero va el sujeto y después el predicado, nunca al revés.

—Quito el verbo "estar". Ejemplo: "El clima estaba empeorando" se cambia por "El clima empeoraba".

—Sin historias de fondo. O MUY POCA. Y repartida a lo largo del texto.

—No dejar sólo "cosas", "el lugar". DECIR CUÁLES SON TALES COSAS Y LUGARES. O sea, no ser vago.

—Eliminar palabras innecesarias: Mal: Para poder percibirte. Bien: Para percibirte. // Muchas decisiones de este tipo son subjetivas. Pero a menudo, mientras menos palabras, más claro el mensaje.

— Buscamos la claridad. Que todo tenga sentido y belleza. Lo mejor siempre es tener oraciones cortas. Muchas oraciones cortas hacen a una idea compleja fácil de entender. Si una idea compleja está compuesta de oraciones llenas de comas, nos perdemos con tanta información.

— Me pude dar cuenta de las cosas que el autor agregó por capricho y de las cosas que agregó naturalmente a la historia. Las naturales tenían sentido y quedaban. // Al escribir uno lo sabe, y si no lo sabes, te das cuenta en revisión. Lo prometo.




Historia 1. Corregido por Reyedit | Autor: Andrés Zamora

La Diosa que nació en el mundo de los vivos

Mujer diosa a blanco y negro.Cabello gigante

Cuando Afrodita nació, el mundo conoció lo que en verdad era belleza. Su voluntad manipulaba la realidad, y con el tiempo su belleza y poder crecieron con ella.
     Los hombres que llegaban a mirarla se enamoraban perdidamente. Todos a excepción de un joven respetado por su increíble fuerza. A sus ojos ella era invisible, y Afrodita no lo toleraba. Si Afrodita se ponía frente a él, este siempre la ignoraba.
     Los hombres que amaban a Afrodita vivían celosos de aquél que acaparaba toda su atención. Pero por su fuerza nadie se atrevía a rivalizarlo.
     Hades, dios del inframundo y custodio de las almas, se fijó en ella. Siendo el controlador de la muerte puso fin a las vidas de sus rivales y se quedó con sus almas.
     Sólo quedaba aquel que ignoraba la belleza de Afrodita, aquel que tenía toda su atención.
     Afrodita se enteró del mal que acechaba a su amado. Hades cortaba el hilo de la vida, y en sus manos la realidad cambió y el hilo que terminó cortando fue el de Afrodita.
     Hades lo consideró una victoria. Se quedó con el alma cual premio y la encerró dentro de una gema que llevaba a todas partes colgándole del cuello. Afrodita vivía en la obscuridad de la gema, y cierto día un estruendo la despertó del sueño de soledad. Vio una luz que hacía tiempo no veía. Al otro lado de la gema, el joven que salvó peleaba contra Hades intentando recuperar su vida. Pero los hombres no tienen oportunidad contra los dioses.
     El joven logró arrebatarle varias joyas a Hades y las destruyó. Incluso la que le colgaba del cuello.
     Con la joya destruida, Afrodita se llenó de luz.
     Ignorarla siempre había sido la forma de demostrarle su amor. Ahora estaban juntos, pero Hades era rencoroso. Le disparó una flecha mágica y su alma se desvaneció por completo.
     Afrodita suplicó a los cielos que volviera su amado. Zeus escuchó sus palabras y la cubrió con su luz.
     —¿Darías cualquier cosa?
     —Mi alma. Mi vida. Lo que sea.
     —Te convertiré en diosa y así podrás regresarlo tú misma. Pero vivirás en el Olimpo. Dejarás atrás a los mortales, y con ellos a él. Has de borrar para siempre los recuerdos que guarda de ti. ¿Qué decides?
     —Lo acepto.
Zeus convirtió a Afrodita en diosa. Le regresó la vida y llegó la hora de partir. Con un beso selló su corazón. Le dijo adiós a su amor. “Jamás te olvidaré, pero tú sí me olvidarás. Te observaré desde los cielos procurando tu felicidad. Aunque me olvides o te vuelvas a enamorar, te amaré por la eternidad.”
     Afrodita se elevó como la diosa del amor y la belleza. Guardiana de las parejas. Patrona del compromiso. Venerada por su belleza y nobleza, Afrodita decidió cuidar a su amor mortal por la eternidad, velando desde la infinidad de los cielos por su felicidad.

Tres páginas, la historia de La Diosa que nació en el mundo de los vivos



Historia 2. Corregido por Reyedit | Autor: Narcisa Aguilar

Don Tomás


En Tampico existe una zona arqueológica llamada Las Flores, cerca de donde nació el hombre sencillo y de poco cabello que era Don Tomás.
     El 21 de marzo de 2009, Don Tomás falleció, y por las noches Nery escuchaba cucarachas caminando sobre el unicel que sostenía los libros de su habitación. Soñaba muchas flores.
     Después de tres noches se deshizo del unicel, pero los libros siguieron moviéndose en la habitación limpia y libre de insectos.
     Nery pasó por la casa de Don Tomás, y estando tan cerca decidió ir a visitarlo.
     Aquella camioneta que siempre mantenía tan cuidada estaba llena de tierra.
     Al no responder Don Tomás a la puerta, Nery le dejó su nuevo número pegado a la vista.
Pasaron ocho días. Su hermana le habló de un rumor. “Dicen que el viejo de ojos grandes se murió”.
     —¿Quién?
     —Tu amigo, el anciano chaparrito. ¡El que vive por la pirámide!
     Nery daba clases de antropología. Hablar de la muerte era hablar de cualquier cosa.
     —Me debo ir a trabajar —le respondió Nery, terminando la conversación.
Sin lágrimas ni velas ni flores.
     Los muertos nada necesitan. Dios se encarga de ellos, decía Nery.
     El 1 de Noviembre su hermano colocó un pequeño altar estilo huasteco. Un arco adornado de flores de cempasúchil de extremo a extremo. Sobre los platos iban tamales, dulces de camote, mole y fruta cristalizada.
     Cacahuates.
     Pemoles.
     Roscas.
     Sobre servilletas había pan, vasos de agua y jarritos de barro llenos de chocolate.
     En una botella al centro del altar tenían metidas velas encendidas. El anafre lleno de carbón roseaba incienso a la hora del almuerzo, comidas y cenas.
     Nery almorzaba junto a su sobrino cuando colocaron el incienso en las brasas, y sumado a la luz de las velas, Nery, y sólo Nery, fue transportada a un camino incierto.
     En el mundo de los muertos vivía su abuelita.
     Las personas de allí hablaban de las ofrendas. Cada uno cargaba una veladora encendida con la que lograban percibir el aroma del chocolate.
     La abuelita de Nery dijo:
     —Los que lleguen deben comerse la ofrenda. Deben acabársela toda… Me gusta mucho el adobo y han dejado de hacerlo. También se les olvidó ofrendar rompope y el mezcal para tu abuelo.
     Los muertos compartían y reían.
     Nery se encontró a Don Tomás. Él no llevaba veladora.
     —Al caminar me tropiezo —dijo Don Tomás—. Todos traen luz. De mí no se acuerdan. Mi casa está sola y abandonada.
     —En este mundo nada te falta. De los muertos se encarga dios, pero prometo encenderte una veladora.
     Las volutas de incienso crecieron y la rodearon, expulsándola de regreso junto a su sobrino.
     Se acercaba la hora de la comida. Nery se puso a lavar algunos platos, olvidándose de la ofrenda prometida. Una cara se recargó contra sus piernas. Nery dio un grito, tumbando el trapo del lavabo. Lo agarró en el aire pero algo se lo arrebató de las manos.
     Tendió la ropa y junto a su sobrino pasaron a la tienda.
     Nery salió temblando y regresó temblando. A la hora de la cena, Nery encendió una veladora. Nery dijo:
     —Aquí está la luz que te prometí. Cenas y te vas.
     En veinte días, Nery tuvo temperatura. En sus delirios la muerte rondaba cerca. Escribió una frase:
     “Entre más cerca te siento, más fortaleces mi espíritu y mi cuerpo”.
     Nery ha ofrendado platos con bastantes tamales y adobo para su madre y sus amigos difuntos los últimos siete años. Pasar a la cuarta dimensión por medio de inciensos y veladoras es difícil de olvidar.

Escaneo de tres páginas de la historia Don Tomás



Historia 3. Corregido por Reyedit | Autor: Leonardo Hernández.

Más abajo del cielo


El vuelo de Los Ángeles a Santiago de Chile partía a las 10:30 am. Paola, en la sala de espera, sonreía. Por fin se haría con el dinero de aquel viejo estúpido, ¡su padre!
     Paola abordó el avión. Practicaba lo que diría cuando estuvieran frente a frente. No habría escape alguno al destino que había diseñado para él.
     El avión despegó. Sería un vuelo largo, pero valdría la pena. Todo valdría la pena. Su madre le había contado, ya desahuciada, que su padre tenía nombre y apellido: Felipe Peña. Le dio poca importancia. Sólo le importaba cobrar el seguro de su madre con el que viviría a lo grande por un tiempo.
     Antros.
     Ropa.
     Drogas.
     Dos abortos.
     Cuando se acabó todo, consiguió un empleo y sedujo a su jefe, asegurándose una buena entrada de dinero. Lo necesitaba si quería continuar con su ritmo de vida. Y ahora volaba hacia Chile…
     Los diarios de su madre lo dejaban claro. Su padre tenía dinero.
     Un exiliado de Chile y una administradora de empresas. Cuando el amor se acabó cada quién jaló por su lado, con la administradora jamás revelando su embarazo.
     Una hora de vuelo. Turbulencia.
     Demasiada turbulencia.
     —¿Qué sucede? —preguntó Paola.
     —Seguro pasa pronto —dijo la mujer a su lado.
     Pero la turbulencia continuó, y con ello le vino una alucinación. Su madre la miraba desde el pasillo. Paola se echó hacia atrás en el asiento. La alucinación habló:
     Hoy es día de muertos, Paola. Es noviembre.
     Un gran estallido arrojó una bola de fuego contra Paola, envolviéndola, devorando su piel, sus órganos.
     El avión cayó en mil pedazos sobre las montañas, pero la lengua de Paola siguió retorciéndose y terminó devorada por los insectos de la sierra.
     Hoy en día, Felipe Peña reside en México y pone en el altar de muertos la fotografía de Paola.

Escaneo de tres páginas de la historia Más abajo del cielo




Historia 4 Corregido por Reyedit | Autor: Silvia N. P. Aregullin.

La niña que trajo el día de muertos a villa Camei


Se acercaba el día de muertos al pueblo de San Andrés. Las personas preparaban con gran emoción sus altares, los alimentos. Buscaban en sus álbumes la mejor foto de sus difuntos y corrían al mercado por la mejor fruta. Cuando tenían todo comenzaban a armar sus altares. algunos siguiendo las tradiciones y otros improvisando. Doña Consuelo llevaba calaveritas de azúcar y dulces a su hijo Tomasito.
     Doña Canaria tenía la más surtida variedad de flores en el pequeño mercado, pero lo que más se le vendía siempre era cempasúchil, nube, celosía tipo plumosa y garra de león.
     El pueblo de San Andrés se pinta de colores con sus caminatas nocturnas al cementerio. Una fila de veladoras lo ilumina mágicamente. El aroma de las flores, los trajes. Todo es alegría y color, todo…
     Todo no.
     Mientras la gente de San Andrés festeja a sus difuntos, en la villa Camei no es costumbre. La villa Camei vive rodeada de tristeza porque el sol les ofrece poca luz, como dicen los rumores. El agua de sus ríos es amarga y sus cosechas son veneno para el alma.
     Mariana, de villa Camei, por amor a sus residentes decidió que este año sí festejarían el día de muertos. Antes del amanecer ya tenía puesto su vestido amarillo. Empacó algunas cosas en su morral y salió en busca de los materiales para su primer altar.
     Mariana caminó mucho para llegar al pueblo de San Andrés. Sus sandalias se estaban despegando. Si quería conseguirlo todo ese era el único lugar. Se apresuró o quedaría descalza y el regreso a casa se tornaría una agonía.
     Primero buscó fruta pero ya sólo quedaban los remanentes podridos que nadie quería. El vendedor, notándola desesperada, le subió el precio a los tejocotes. Mariana le entregó todas sus monedas, pero eran insuficientes. Sacó la naranja que llevaba en su morral, la más jugosa que dio su árbol, y se la ofreció como pago. El vendedor la aceptó. Ya podría revendérsela a un desesperado que la necesitara para su altar.
     Llegó con Doña Canaria. Ya sin dinero trató de pedir las flores gratis.
     —Disculpe, señora. Me he quedado sin dinero. ¿Podría usted regalarme un ramo de flores?
     —Esto no es beneficencia, niña. Pídele dinero a tu mamá y luego regresa.
     —¿Y si le doy de mi agua? Verá que cuando la pruebe se sentirá llena de salud.
     Doña Canaria tenía mucha sed. Como no tenía nadie a quien dejar cuidando su puesto no podía ir por agua.
     —Está bien. Dame el agua.
     La probó y se sintió aliviada. Le ofreció todas las flores que quisiera.
     Mariana se cruzó con doña Consuelo. Llevaba las cinco calaveritas de azúcar todavía. Le ofreció pan de villa Camei a cambio de una.
     Doña consuelo guardó silencio un momento pero no tardó en aceptar. Probó el pan y fue un enorme placer.
     Y así fue toda la mañana, Mariana realizando intercambios por cosas que llevaba en su morral. Al tener todo lo que necesitaba regresó a casa.
     Mariana no hizo el mejor de los altares ni el más grande o el más bonito, pero al año siguiente llegaron compradores de todo el estado a surtirse de frutos, pan y agua producidos en Villa Camei.

Escaneo de 3 páginas de la historia corta La Niña que trajo el día de muertos a la villa Camei

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